Extranjeros
“Sus derechos fundamentales y su dignidad deben ser protegidos y defendidos. Una atención especial hay que reservar a los migrantes niños, a sus familias, a los que son víctimas de las redes del tráfico de seres humanos y a aquellos que son desplazados a causa de conflictos, desastres naturales y de persecución”. Papa Francisco
NO ME LLAMES
EXTRANJERO No me llames extranjero porque haya nacido lejos o porque tenga otro nombre la tierra de donde vengo. No me llames extranjero porque fue distinto el seno o porque acunó mi infancia otro idioma de los cuentos. No me llames extranjero si en el amor de una madre tuvimos la misma luz en el canto y en el beso con que nos suenan iguales las madres contra su pecho. No me llames extranjero ni pienses de donde vengo. Mejor saber dónde vamos, a dónde nos lleva el tiempo. No me llames extranjero porque tu pan y tu fuego calman mi hambre y mi frío y me cobija tu techo. No me llames extranjero. Tu trigo es como mi trigo, tu mano como la mía, tu fuego como mi fuego, y el hambre no avisa nunca, vive cambiando de dueño. Y me llamas extranjero, porque me trajo un camino, porque nací en otro pueblo, porque conozco otros mares, y un día zarpé de otro puerto. Si siempre quedan iguales en el adiós los pañuelos y las pupilas borrosas de los que dejamos lejos los amigos que nos nombran y son iguales los besos y el amor de la que sueña con el día del regreso.
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No, no me llames extranjero. Traemos el mismo grito, el mismo cansancio viejo que viene arrastrando el ser humano desde el fondo de los tiempos cuando no existían fronteras antes que vinieran ellos; los que dividen y matan, los que roban, los que mienten, los que venden nuestros sueños, ellos son los que inventaron esta palabra EXTRANJERO. No me llames extranjero, que es una palabra triste, que es una palabra helada, huele a olvido y a destierro. No me llames extranjero. Mira tu niño y el mío, cómo corren de la mano hasta el final del sendero. No los llames extranjeros. Ellos no saben de idiomas, de límites, ni banderas. Míralos, se van al cielo con una risa paloma que los reúne en el vuelo. No me llames extranjero. Piensa en tu hermano y el mío, el cuerpo lleno de balas besando de muerte el suelo. Ellos no eran extranjeros, se conocían de siempre. Por la libertad eterna igual de libres murieron. No me llames extranjero. Mírame bien a los ojos mucho más allá del odio, del egoísmo y el miedo, y verás que soy persona. NO PUEDO SER EXTRANJERO.
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