Augusta, la voz y
el rostro de las niñas de la calle en Sierra Leona
Augusta tiene 22 años y nació en una aldea de Sierra Leona.
A los 12 años sus padres murieron y una falsa tía la traficó a la gran ciudad
con la promesa de darle un hogar, familia y escuela. No cumplió ninguna de sus
promesas y la puso a trabajar más de doce horas al día vendiendo agua y fruta
en la calle. Siguieron los abusos, los golpes, los insultos cuando no vendía lo
suficiente o cuando faltaba alguna moneda. Lo peor llegó una noche cuando el hombre
de la casa quiso abusar sexualmente de ella.
La única solución fue escapar a las calles de Freetown,
donde encontró a unas amigas que la introdujeron en el mundo de la prostitución
infantil: «Es el único camino que tienes para sobrevivir», decía Augusta. Y fue
un camino hacia el infierno…
Se sintió una mercancía usada, abusada y descartada. Una
trabajadora social de Don Bosco Fambul la encontró durmiendo debajo de una
mesa. Al principio rechazó escucharla porque pensaba que era otra falsa tía que
quería volver a traficar con ella. Pero el cariño rompió la barrera de la
desconfianza y entró en el programa Girls Shelter.
Don Bosco la ayudó a sonreír con palabras de esperanza: «No
es culpa tuya. Dios te ama con locura y te cuida. Eres una obra maravillosa que
ha salido de las manos de Dios…».
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