PADEMBA PRISON: LA
MISERICORDIA, DEL CORAZON A LA ACCION
ANUNCIANDO LA ALEGRIA DEL EVANGELIO EN EL INFIERNO
AFRICANO: DON BOSCO EN LA PRISION PADEMBA DE SIERRA LEONA
Hoy quisiera
compartirles algo sobre Sierra Leona, otro de los países donde se desarrolla mi
trabajo misionero. Es un país hermoso desde el punto de vista geográfico con
sus selvas, sierras y playas de arenas blancas y aguas cristalinas. Este
pequeño país tiene 5.000.000 de habitantes; 3.200.000 de los cuales tienen
menos de 25 años de edad. Es un país muy rico desde el punto de vista de sus
recursos naturales (diamantes) y por otro lado ocupa uno de los últimos lugares
en la lista de “países desarrollados” (lugar 183 entre 187). Como siempre digo,
“país rico, pero muy pobremente administrado por sus gobernantes (en la lista
de países más corruptos Sierra Leona ocupa el lugar 119 entre 174 países
evaluados por Transparencia Internacional).
Lamentablemente,
a Sierra Leona le tocó vivir una de las guerras civiles más largas y crueles de
la humanidad donde murieron miles de personas y donde se cometieron crímenes cruelísimos.
Los misioneros salesianos permanecieron siempre al lado de su gente durante
toda la guerra y se ocuparon desde el año 2001 de la recuperación de cientos de
niños y niñas soldado. Hoy por hoy tenemos un programa llamado Don Bosco Fambul
(Don Bosco Familia en lengua crio) que se ocupa de la niñez en riesgo: chicos
de la calle, huérfanos del Ébola, niñas y jóvenes sexualmente abusadas, etc.
Con una multiplicidad de programas llegamos a las periferias de la capital
Freetown para encontrarnos con chicos abandonados (Don Bosco Móvil), tenemos un
hogar donde residen los chicos de la calle, un programa que busca contactar a
sus familias en vista de la re-unificación, una línea telefónica a la que pueden
llamarnos niños y jóvenes con problemas que buscan consejo y ayuda y un refugio
para chicas abusadas sexualmente que se llama Laura Vicuña.
Más allá de todo
lo que estábamos haciendo por la niñez en riesgo, había un sector, un lugar de
la periferia al que no habíamos podido entrar, esto es “Pademba Prison”, la
prisión de Pademba, donde cientos de adolescentes y jóvenes se “perdían”
literalmente, compartiendo celda con adultos y criminales de todo tipo. Así es
que con el mismo espíritu que movió a Don Bosco a visitar la cárcel de la
Generala en Turín en 1841 fuimos a visitar al Director de la “Pademba Prison”.
Fuimos 3 Salesianos y un laico. El Director nos recibió cortésmente y nos dijo:
“Hemos escuchado acerca de Don Bosco. Los hemos estado esperando desde hace
mucho tiempo”. Para mi sorpresa, esas eran las mismas palabras que los chicos
africanos le “gritaban” a Don Bosco en su sueño misionero (aquel de la línea entre
Hong Kong a Valparaíso): “te hemos estado esperando desde hace tanto tiempo”.
Inmediatamente, el director organizó una visita a la cárcel y por primera vez
en 30 años pudimos visitar este “infierno en la tierra”. Es una prisión pensada
para 300 personas donde viven 1876 presos. El olor en las celdas era fuerte y
penetrante, mezcla de sudor, orín y heces humanas. Sinceramente, una imagen del
infierno aquí en la tierra. Visitamos toda la prisión: celdas, cocina,
enfermería, talleres, patios. Todo dilapidado, viejo, abandonado, excepto una
capilla católica construida por un misionero muchos años atrás. Esqueléticos presos
nos regalaban de vez en cuando alguna sonrisa pero con mirada perdida y desesperanzada.
En esta recorrida pudimos ver algunos adolescentes y chicos muy jóvenes que gritaban
pidiendo: ayúdennos, sálvennos, hagan algo, sáquennos de aquí por favor! Nos dimos cuenta que no había agua corriente;
nos enteramos que los presos comían una vez al día y que dormían hacinados más
de 30 en una celda pensada para 5. Tampoco había un lugar donde lavar ropa o
para ducharse (un camión cisterna venía a diario a la prisión y el agua se
usaba sobre todo para la cocina).
Ahí encontré a
un jovencito de 18 años llamado (para mi sorpresa) Juan Bosco. Recuerdo que le
dije que con ese nombre no debería estar en un lugar así. Se rio y me contó su historia. Su historia me conmovió hasta las
lágrimas. Había perdido a sus padres durante la guerra civil y decidió venir a
la capital en busca de trabajo. La policía lo había encontrado deambulando por
las calles durante la noche; lo agarraron y lo llevaron directamente a la
prisión, sin juicio, sin ninguna razón, sin defensa, simplemente porque era un
“potencial delincuente y seguramente un futuro ladrón”. No le avisaron a nadie
porque no había nadie a quien avisarle. Se “comió” dos años ahí dentro, en el
infierno. Me contó como los “macho boys”, los muchachos más grandes, le
quitaban los panecitos por la mañana limitando su desayuno a una taza de té
amargo, y lo mismo pasaba con la salsa de su arroz al mediodía; como a la noche
tenía que abanicar a los “macho Boys” para combatir el calor y los mosquitos; que
tenía que dormir de cuclillas porque no había lugar para todos como para dormir
acostados; que su tarea era limpiar a la mañana la celda y vaciar la lata con
orín y heces. Me contó en crio como habían hecho con él “trabajo de hombre y
mujer”, una manera delicada para decir que había sido abusado sexualmente, pero
que a nadie le habían importado sus quejas, porque ese era su destino. Me dijo
que podría haberse salvado de esta experiencia de dolor y muerte si alguien
hubiera estado ahí para pagar su fianza de 10.000 leones, equivalente a 2
dólares americanos. Esa persona nunca había aparecido.
Hoy, gracias a
Dios, Juan Bosco- el africano- está
fuera de la prisión Pademba. Ha vuelto a sonreir y sus heridas exteriores e
interiores van cerrando y sanando lentamente. Ha aprendido un oficio y forma
parte del Movimiento Juvenil Salesiano. Me contó más tarde que en prisión había
pensado en quitarse la vida varias veces, pero que su encuentro con Don Bosco
le había devuelto la esperanza y la ganas de vivir, de reconciliarse con su
pasado, de perdonar y volver a empezar.
Y así sigue la
historia. Los salesianos visitan como comunidad- todos juntos- la prisión,
todos los viernes. Entran temprano y se van a la tarde. Celebran la Eucaristía,
rezan, cantan, se encuentran con los adolescentes y jóvenes para escuchar sus
historias y buscar ayuda legal para resolver sus casos. Ya son más de 30 los
que han salido de la prisión. Varios viven en una casita especial bajo un programa
llamado “group home” (Familia Grupo) donde viven, y estudian para poder rehacer
sus vidas.
Jesús en Mateo
25 nos invita a poner la “misericordia” en acción, nos invita a ser gauchos, a
ser buenos desde adentro, a sentir dolor con el que sufre abandono, injusticia
y soledad: “Entren al Reino benditos de mi Padre porque estuve preso y enfermo
y me vinieron a visitar, porque todo lo que hicieron a uno de estos mis
pequeños hermanos, a mí me lo hicieron”.
Yo le auguro y
me auguro, querido lector, con las palabras de Mamerto Menapace: “que la muerte
nos encuentre vivos”; que en el momento del juicio, Tata Dios no nos encuentre
con la boca llena de la palabra misericordia y con un corazón seco y con las
manos vacías de obras. Porque al final, la misericordia no es sólo cuestión del
corazón, sino -y sobre todo- una cuestión de acción. Que dios los bendiga y … hasta
la próxima mateada!
CUENTA CONMIGO
La historia de Sadiqui
Desde una muy
lluviosa Sierra Leona, les invito a acercarse al fogón para saborear unos ricos
mates “criollo-africanos”… el mate y la yerba son “made in Argentina”. Las
historias de vida y de fe, son “made in África”. A ver, ¿quién se anima al primer mate? Aquí va,
acompañado de unos versos de Santa Teresa de Ávila, mística y Doctora de la
Iglesia:
“Dios no tiene cuerpo en la tierra sino el tuyo
No tiene manos sino las tuyas.
No tiene pies sino los tuyos.
Tuyos son los ojos con los que la compasión de
Dios mira al mundo.
Tuyos son los pies con los que Él camina para
ir haciendo el bien.
Tuyas son las manos con las que ahora tiene que
bendecirnos”
Leía hace unos días, que San Francisco envió a sus hermanos a predicar el Evangelio con las siguientes palabras: “Vayan y prediquen el Evangelio. Si hace falta, usen palabras”. En palabras de Madre Teresa, la Santa de Calcuta: “Prediquen sin predicar”. Cuando de Misericordia se trata, no valen las palabras, sino las acciones, el testimonio de vida.
Como Misionero
Salesiano, estoy convencido de que la primera tarea de la Iglesia y de la
comunidad Cristiana es anunciar la misericordia, proclamar a 4 vientos, que
nuestro Dios es un Dios “rico en misericordia” (Ef 2,4); pero no basta predicar
con palabras, publicar atractivos videos en las redes sociales y enseñar a la
gente qué es el atributo divino de la misericordia. Tal vez – y me animo a decirlo aunque me
excomulguen- el pecado más grande de la Iglesia hoy, en el
mundo actual es llenarse la boca de misericordia, y al final ponerla muy poco
en práctica. Predicamos la misericordia y al mismo tiempo somos extremadamente duros
y rígidos con los pobres, con los “pecadores”, con los ignorantes y con los marginados
de este mundo.
A ver, un
cambio de yerba y … aquí va otro “amargo”.
Aquí en Don
Bosco Fambul –en nuestra misión de Sierra Leona- estamos a diario en contacto
con el sufrimiento de los pobres, los pequeños, los desposeídos, los olvidados
y humillados, las víctimas de la violencia, los que sufren, los excluidos
injustamente, los angustiados, los que lloran, los pecadores, los deshonrados,
los presos... (y la lista podría continuar). En Fambul, tenemos un programa de
rehabilitación para niños de la calle, un refugio para chicas abusadas
sexualmente, un programa para chicos huérfanos del Ébola, una línea telefónica de
ayuda (24 horas, 7 días a la semana y 365 días al año) y un programa de ayuda
integral a jóvenes prisioneros de la prisión de Pademba. Somos 5 salesianos y
un grupo de 80 laicos, que gradualmente hemos ido aprendiendo que no hay chicos
o jóvenes malos -así pensaba Don Bosco- sino niños y jóvenes a los cuales nunca
nadie les dijo que “pueden” ser buenos y hasta santos. Con paciencia y amabilidad
vamos ayudándoles a entender a estos niños y jóvenes que siempre existe la
posibilidad de re-comenzar, de darle un nuevo sentido a la vida, de ofrecerle
un lugarcito a Dios en el corazón para comenzar a vivir con responsabilidad la
propia vida, vivida como un don de Dios y al servicio de los demás.
Aquí va otro
mate, acompañado de la historia de Sadiqui. El sábado pasado dormía
profundamente cuando a las 2 de la mañana sonó mi teléfono. Me llamaba el
trabajador social de turno en la línea telefónica 116; una llamada de urgencia:
alguien había llamado avisando que en frente de la Catedral había un joven ensangrentado,
semi-inconsciente. En 15 minutos estábamos 4 personas, 2 Salesianos, un guardia
de Fambul y el mismo muchacho que atendía la línea 116 frente a este joven
desconocido. Tenía un brazo quebrado, el rostro desfigurado a golpes, una oreja
cortada a la mitad y múltiples cortes y golpes en todo su cuerpo. A toda
velocidad lo llevamos al hospital, a la sala de emergencias. Las enfermeras y
el doctor de turno nos dijeron que por los signos debía ser un ladrón al que
agarraron “in fraganti”, y que estaba vivo de milagro (aquí al ladrón pobre se
lo juzga, sentencia y condena a muerte en las calles; mientras que los
verdaderos ladrones y corruptos que roban millones, viven impunemente en sus
casas de lujo) Tenía pantalones y remera dadas vueltas (así hacen cuando entran
a robar), le habían hecho varios cortes con un machete para dejarlo marcado (así
la comunidad lo puede reconocer como ladrón en el futuro) y le habían roto un
brazo como aviso (no robarás).
Recuerdo a la enfermera diciéndome: “Pero Padre,
para qué gasta su tiempo y su dinero en esta gente. Son lacra social. Tienen
que pudrirse en la cárcel”. Le contesté con todo el caudal de sabiduría salesiana que
podía tener un domingo a las 3 de la mañana: “Sabe ud hermana (“sister”, así
llamamos a las enfermeras aquí), nosotros en Don Bosco Fambul, creemos en los
jóvenes. Sabemos que en cada uno de ellos hay una fibra de bien y que “para
Dios nada es imposible”; que su gracia puede hacer de un ladrón, un santo en un
instante”. Me miró incrédula como diciéndome, “lindo, pero que ingenuo es ud!”…
y siguió suturando la oreja partida con indiferencia y, dicho sea de paso, sin
usar anestesia alguna. Sadiqui, el “ladrón cazado”, con su cara desfigurada no
emitía queja alguna. Fijaba sus ojos en los míos. A mí se me caían las
lágrimas, no tanto por el dolor de sus heridas y la “cosida” sin anestesia,
sino por la profunda tristeza que me transmitían sus ojos. A las 5.30 de la
mañana lo llevamos a nuestra casa y le dimos un plato de comida, medicinas para
calmar el dolor y una colchoneta para dormir.
Sadiqui tiene 22 años, es huérfano y tiene tuberculosis. Ya
ha comenzado su tratamiento y quiere estudiar un oficio y cambiar su estilo de
vida. Hoy, su desfigurado rostro ha vuelto a la normalidad y he podido descubrir
tanta belleza interior a través de sus ojos. Cuando su brazo cure, podrá
comenzar a estudiar un oficio en un taller de Freetown y un trabajador social
–Francis- lo acompañará semanalmente en su proceso de rehabilitación. Como
decía Don Bosco, no hay muchachos malos. Estos son muchachos a los que nadie
les ha mostrado el potencial de amor y bondad que existe en su corazón. Y por
otro lado, ¿qué diferencia hay entre Sadiqui y yo? En sus ojos me veo a mí mismo
y con su silencio me está diciendo implícitamente que en mi corazón hay también
un inmenso potencial para el bien y el mal, para la violencia y la paz, para el
egoísmo y el amor.
San Juan
Crisóstomo, Padre de la Iglesia, decía que “el amor al prójimo es la madre de
todo lo bueno y el signo distintivo del cristiano”. Decía que sin caridad,
todas nuestras oraciones, rosarios y misas no sirven para nada; que la
misericordia es mejor que cualquier otra práctica de virtud o penitencia, mejor
incluso que el martirio; y que “sin virginidad se puede mirar a Dios; sin
misericordia, no”.
Querido amigo cristiano: Jesús llama “benditos” a los misericordiosos porque ellos obtendrán misericordia. Dietrich Bonhoeffer –teólogo protestante alemán, martirizado por los Nazis- escribió de los que son misericordiosos: “(los misericordiosos) sienten un amor irresistible por los pequeños, los enfermos, los desdichados, los humillados, por las víctimas de la violencia, por los que sufren y son excluidos injustamente, por todos aquellos que se angustian y apenan; y buscan a quienes incurren en pecado y culpa. Ninguna aflicción es demasiado profunda, ningún pecado demasiado terrible, para que allí se haga presenta la misericordia. Las personas misericordiosas regalan su propio honor a los deshonrados y echan sobre si mismas la deshonra de éstos. Cabe encontrarlas al lado de publicanos y pecadores y asumen de buen grado la ignominia de frecuentar su compañía…solo conocen una dignidad y un honor: la misericordia de su Señor, lo único de lo que viven…la misericordia del Crucificado”. Don Bosco y Teresa de Calcuta son un ejemplo de esto.
Aquí sigue
lloviendo sin parar. Los dejo con este augurio: que Tata Dios nos “empape” el
corazón con la misma misericordia de su Hijo Crucificado; y que a través de
nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestros ojos, pies y manos, El Padre de
nuestro Señor Jesucristo siga bendiciendo a los crucificados de este mundo!
Con mi
bendición misionera,
P. Jorge
Vayan y prediquen el Evangelio. Si hace falta, usen palabras”....qué mas decir?fekiz semana de san Francisco!
ResponderEliminarVayan y prediquen el Evangelio. Si hace falta, usen palabras”....qué mas decir?fekiz semana de san Francisco!
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